la vida después del divorcio

Astrología en la vida real: la vida después del divorcio

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No voy a decir que mi matrimonio fue horrible porque no lo fue, pero sí hablare de mi vida después del divorcio. Me casé con un hombre increíble y un súper papá que me enseñó muchas cosas y me mostró el mundo entero. Recuerdo los primeros tres años como los más felices, éramos un verdadero equipo, luego llegó su éxito profesional, a esta época la llamo: “cuando era millonaria y no lo sabía”. Bueno, ya saben cómo sigue la cosa: viajes, reuniones hasta tarde, muchos happy hours con los amigos, hasta que un sábado en la mañana mientras hacía diligencias con las niñas, las llevaba al ballet y todo eso, mi esposo me llamó para darme una excusa súper tonta para reunirse con un “amigo” que al final resultó ser su secretaria. El cuento de cómo me enteré de todo es comiquísimo, pero aquí no tenemos tiempo para eso. Esa infidelidad fue el principio del fin.

 

Recuerdo dudar tanto lo que debía hacer. Juré que nunca me haría la loca si mi esposo me era infiel, pero ahí estaba: con dos hijas y apenas cuatro años de un matrimonio que se suponía que iba a ser para toda la vida. Desde ese momento empezaron las grandes lecciones de mi divorcio. Porque me costó 10 años tomar la decisión que tenía clara desde el primer día, pero el aprendizaje fue necesario, esos 10 años de desgaste, de poner el bienestar de los demás antes del mío propio fueron claves para que una mañana de domingo, mientras limpiaba el counter de la cocina con Windex y las niñas veían unas comiquitas en la sala, mi esposo llegara de tomarse su café acostumbrado de las 6:00 am en el Starbucks de la esquina, saludara a las niñas y se metiera a nuestro cuarto, como si yo no existiera.

 

No me molesté, ni me sentí herida, fue un alivio que se manifestó como una energía que bajó de la cabeza a los pies. Entonces, lo vi todo muy claro, sentía una paz enorme, el miedo se había ido: ya estaba lista.

 

Cuando me divorcié lo único que quería era estar lejos de él. Finalmente iba a dejar de ser la culpable de todo. Me quedé loca cuando mis hijas se fueron dos semanas con su papá. Me sentí muy perdida, por primera vez me hacía la pregunta: ¿yo qué quiero hacer? La cosa era grave, qué iba a ser de mi vida después del divorcio.

 

Los primeros años de mi nueva vida estaban enfocados en demostrarme (me duele mucho admitir que era para demostrarle a él, a mis padres y a todo ese gentío que sabía que me estaban mirando) que podía pagar mis cuentas, viajar, ser exitosa profesionalmente, ponerme súper fit; todas esas distracciones que me mantenían enfocada y con la agenda apretada. Pero un día, (así como el domingo del Windex) todo aquello del mundo corporativo dejó de tener sentido, estaba en una competencia que no me interesaba. Era el hámster en la ruedita.

 

Había pasado toda mi vida siendo hija, madre, luego esposa, y ahora hormiguita del sistema. Qué poco sentido tendría todo si mi vida acabase en ese momento. Como un regalo de lucidez -y un poco de sana locura- decidí tomar un año de vida para cumplir alguno de mis sueños: renuncié a mi trabajo y me fui un año a viajar por el mundo. Sí, sola y sin itinerario.

 

Me sentí tan orgullosa de mí, de haberme rescatado, protegido. De haber sido más importante que toda la comodidad y seguridad que tenía. El Universo me llevó por caminos que no esperaba, me invitó a crecer en formas que no conocía y me mostró lo que realmente había perdido y ahora encontraba: a Claudia, la niña, la mujer que no tiene límites, ni prejuicios, ni dudas, ni miedos. Fue un hermoso reencuentro.

 

Hoy les escribo desde ese lugar del que nunca me fui. Cuando regresé a Miami decidí vivir haciendo lo que amo y ahora soy artista. Decir que ha sido fácil es la mentira más grande del mundo, pero es una cosa inevitable, una vez que ves que despiertas tu consciencia no hay otra forma de vivir.

 

Aquí, fuera de mi zona de confort, es donde ocurre la magia, donde todo es posible y soy dueña de mi destino. Vivo en un estado de constante certeza, amo mi intuición, entiendo que todo lo que pasa es para mí, respeto mis procesos y, por muy difícil que esté la cosa, tengo acceso a la felicidad en el momento que quiera; porque está aquí, dentro de mí.

 

Esta es la historia de mi vida después del divorcio que todavía se está escribiendo, y en unos 20 años me verán en el MoMa.

 

Colaboradora: Claudia Echeverría o CLoD. Artista contemporánea visual venezolana, puedes conocer más de su trabajo y su experiencia en su Instagram: @akaclod

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