Las amistades son parte de los nexos más importantes que creamos en nuestra vida y, así como otro tipo de relaciones, hay algunas que cumplen su función y llegan a su fin. «Terminé con mi mejor amigo o amiga» es una frase que quizá no usamos comúnmente, pero sí es algo que sucede. A través de dos testimonios quisimos explorar cómo se vive el proceso y lo que podemos aprender:
Escucho mucho sobre historias de desamor, abandono, finales de relaciones de amor de pareja, canciones dedicadas entre exes; veo posts en redes sociales y pare de contar… Pero pocas veces escucho historias sinceras de porqué terminas con un amigo, sí, terminas, porque como pasa con un novio/a, esposo/a esa también es una relación de amor, intimidad y convivencia.
En mi vida permaneció por más de una década una amiga con la que compartía un cariño genuino, de ese que se forja desde la raíz y se basa en experiencias comunes; nos hicimos familia por elección.
Un día mi amiga se mudó de país, pero eso no fue barrera para continuar con nuestra hermandad establecida y elegida, no pasábamos dos días sin hablar, estábamos actualizadas sobre nuestras vidas, nos apoyábamos en la distancia en esta nueva fase de soledad y adaptación. En el caso de ella era abrirse a un nuevo espacio, y por mi parte mantenerme con mis planes.
En ese período ambas, a pesar de la comunicación, cambiamos -eso es normal, además está bien- y por cosas de la vida cuando me mudé de país fue al mismo en el que ella vivía. Me recibió y me dio un espacio mientras me organizaba. Y como mi personalidad de gato me permitió, me iría con el mismo cariño con el que llegué.
Para mi sorpresa, y fuera de “mis situaciones planificadas o estimadas”, saber que ella había cambiado era diferente a vivir día a día ese cambio. Me encontré con alguien a quien no conocía en medio de mi proceso de adaptación, llegué a un lugar que estaba lleno de problemas, pero uno dice que cuando elige a su familia con más razón quiere estar presente en sus vidas, así que intenté acercarme aunque no funcionó. Esta persona no quería ser mi amiga, en todo esto yo también era nueva para ella, así que no hicimos match, supongo.
Lo sano hubiese sido dejar eso ahí como un gato y seguir, pero no, cometimos (ambas) el error de continuar en convivencia cuando sabíamos en el fondo que lo que éramos ahora no le gustaba a ninguna. Estuvo claramente mal, pero no hay malos resultados solo resultados.
La verdad, aunque sé que las emociones se sienten y no se racionalizan, es que yo me encontraba en un período en el que no me podía permitir distraerme de mis objetivos y debía ser mi propia madre en serio. Para mí por fuera fue mucho más fácil el “seguir adelante y no pararme a lamentar la situación y de cierta manera vivir mi duelo”. Pero lo inevitable es inevitable, las emociones siempre buscan su canal, mi humor cambió, no estaba serena como había trabajado los últimos dos años antes de mudarme, estaba molesta e irritable como nunca y todas acá sabemos que eso no es más que tristeza mal manejada.
Con el tiempo se sumaron más personas y situaciones que solo empeoraron la casi inexistente y frágil amistad que quedaba, lo cual aceleró el fin del ciclo, que con cariño, pero sobretodo por respeto finalizamos -para mí de la mejor manera-. Ambas acordamos mudarnos (me mudé) para preservar más adelante el vínculo -de mi parte fue sincero-, aunque como cuando terminas con un lover, dices “te deseo lo mejor, pero no te quiero volver a ver”. Esto para mí fue exacto, no porque esa persona sea menos, sino porque en serio ya cumplió su misión. Yo necesitaba todo lo que viví durante ese período: sentir, deshacerme, perder el control y reiniciarme, y sé que ella también aprendió lo que le tocaba e hizo lo que la hizo feliz, así que genial.
Veo la experiencia como eso: una experiencia. Sé que nada es eterno y todos cumplimos ciclos, no hay dolor ni resentimiento por situaciones que son pasado, hoy sencillamente aplico los siguientes cinco pasos que recomiendo a todos:
Antes que nada, deja al Dr. Tiempo hacer su trabajo y en completa serenidad un día vas a tu espacio y te sientas con los ojos cerrados, respiras y dejas tu mente ir por donde quiera ir, luego haz lo siguiente, predico con el ejemplo:
1- Ponle nombre a lo que sientes. Mi caso: paz.
2- Pregúntate: ¿qué propósito cumple en mi vida? Mi caso: fue mi apoyo y me brindó cariño durante muchos años.
3- Pregúntate: ¿todavía cumple ese propósito? Mi caso: no, porque no soy la persona que fui y tampoco la siento afín a lo que soy.
4- Agradece lo que hizo por ti. Mi caso: uff claro, siempre gracias por ser mi bestie todo ese tiempo.
5- Déjalo ir. Mi caso: #ThankUNext, acepta, suelta y sigue. Todo siempre va a ser para tu bien.
PS. Estos pasos los saqué de un lindo post en Instagram de @psiquiatriaaldia, no todo en internet está mal.
Testimonio: Stepfanie Orozco. Directora de marketing digital en Mood Agency.
Las amistades (para mí) son las relaciones más bonitas porque no se detienen en el pasado de las personas ni se agobian por el futuro, son 100% sobre el presente. Y aunque no se hable del tema, existen pocas cosas tan tristes como romper con un amigo/a. ¿Es imposible superar esta separación? No, pero es difícil. De hecho pienso que es más doloroso que terminar con una pareja. ¿Todas las amistades se acaban? Por suerte no. ¿Hay atajos para sentirse mejor? Seguramente sí, pero no los recomiendo y al final les diré porqué.
Mi BFF era mi vecina. Compartíamos todo, era mi confidente y nuestra relación era tal cual la de las mejores amigas de las películas: peinarnos en pijamadas, leernos los diarios, comprarnos brazaletes de la amistad, etc. Y justo como pasa en las películas, alguna tenía que ser la “mala”. Mi amiga era más espontánea y social que yo, conocía mis miedos y de alguna manera los alimentaba; siempre me daba consejos y cuando todo salía mal, me decía que ella era incapaz de recomendarme algo así, que yo estaba loca (con esas palabras). Con el paso de los años nos alejamos porque yo la pasaba muy mal cuando me decía loca (frecuentemente), aunque estábamos ahí para “lo importante”, o al menos yo. A veces la gente me decía que contaba mis cosas y se burlaba de mí, yo fingía que no me importaba hasta que un día fue así. Después de muchos años, un día me la conseguí y le pude decir, aún con miedo, cómo me había lastimado. En ese momento fue la separación oficial y pude soltar el duelo que había cargado durante años.
Tiempo después, al inicio de mis ya inexistentes 20s, rompí con una amistad que me llevó a replantearme todo, a reconstruirme pieza por pieza. Esta chica es la persona más opuesta a mí que he conocido. Había cosas de ella que de entrada no me encajaban, pero en ese momento mi intuición no era algo que escuchara, así que nos di la oportunidad y en poco tiempo ya no éramos tan distintas, éramos -de hecho- dos versiones de la misma persona. Con ella tenía un proyecto web muy bonito, pero solo yo lo trabajaba, le agarré muchas mentiras, y con frecuencia -delante de otros- me llamaba amargada, egoísta, narcisa. Además, salió con un chico con el que yo salía. Abusó de mí en todas las áreas y un día, como si me despertara, me di cuenta. Ahí acabó todo, sin discusión, sin nada. Fin.
De cada ruptura recuerdo haber llorado, sentirme temerosa porque estas personas contaran mis intimidades, con rabia hacia mí por permitir todo eso, pero con el paso del tiempo en paz. El último caso me hizo sentir vacía, cansada, y me llevó a revisarme completa, a descubrir quién era yo realmente y porqué me vinculaba con gente así. Me llevó a hacerme amiga de quien cuida de mí siempre, yo misma, y a empezar de cero con la promesa de tener mejor ojo.
Gracias a estas “relaciones fallidas” también aprendí que no debo cerrarme jamás a conocer gente, que no pierdo nada mostrándome tal y como soy y a reconocer que dentro de mis fallos siempre he sido la mejor amiga que he podido. Afortunadamente tengo amigos, amigos de toda la vida, amigos nuevos, potenciales amigos y aunque esos fueron momentos tristes, creo que estas experiencias nos llevan a conectar más y mejor y a cuidar de quienes nos acompañan sin condiciones y evolucionan con nosotros. Por eso no vale la pena tomar ningún atajo.
Testimonio: Isabel Prato, correctora / editora de contenido en Mood Agency para Mia Astral.