Una de las primeras lecciones de kabbalahque me impacto fue esta de que la Luz, el Creador (como te sientas cómoda llamando a esta fuerza universal) no otorga bendiciones a quienes no están comprometidos.
Al contárselo a una amiga, me dijo que era muy injusto porque no todo el mundo tiene pareja. “Esto no se trata de otros, no podemos seguir pensando que la vida depende de otra persona para empezar” le dije. Por otra persona me refiero a cualquiera con la que estés contando para que algo se de.
Solo toma que uno esté comprometido consigo mismo, con una causa, con lo que ama, y la vibración del cuerpo cambia.
Tendrás una razón cuando te paras en la mañana, los demás se comprometen contigo, pues no hay duda que uno atrae lo que es, no lo que será, y cuando se le ve a uno tan comprometido, constante y determinado por algo, los otros no pueden sino contagiarse.
Admiramos la dedicación y constancia que vemos en otros, y esas virtudes no siempre vienen “de paquete” sino que nacen del fuero interno fogueado por una razón: el compromiso es una acción que está muy cargada de amor. ¿Por otros? Por uno mismo. Es propósito.
Más allá de esto, la lección continúa: el Creador no entrega fácilmente bendiciones o abre puertas a aquellos que despilfarran oportunidades, sin embargo hay aperturas en las que sí lo hace para hacerles sentir como la vida se encamina al escoger con voluntad y libre albedrío una vida mejor.
Estas aperturas no son diamantes en bandeja de plata, sino bendiciones disfrazadas de retos en las que a uno se le está presionando para escoger sí continuar siendo un freelancero emocional o comprometerse y revelar el potencial.
Y amigas, el castigo no esta en no tener bendiciones. El castigo es la molestia del limbo, no saber que hacer, no saber que te mueven no tener propósito y atraer personas que estan en el mismo lugar.
Coaching para principiantes: Las bendiciones
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