Antes de encontrar el balance entre ser madre y emprender y abrir mi propio negocio, trabajaba aproximadamente 80 horas semanales dirigiendo una cadena de tiendas de café. Durante la semana de apertura de una de las tiendas, llegué a trabajar 124 horas. Solía sentirme orgullosa de esto.
«Oh, Dios mío, ¿sabes cuántas horas trabajé esta semana? ¡124 horas!”, les decía a mis amigos y familiares. “Estuve allí cada minuto, me aseguré de que todos los detalles estuvieran en el punto, soy tan importante”, me decía.
Siempre he disfrutado mi profesión. La gratificación de hacer las cosas, y hacerlas bien, siempre ha sido una fuerza de impulso en mi vida. Sin embargo, no fue hasta que abrí mi propio negocio que me di cuenta de que tenía una relación poco saludable con el trabajo y esto no me estaba ayudando ni en la calidad de mi trabajo, ni en mis relaciones.
Desde que abrí mi primer negocio, nada menos que un restaurante, todavía todavía trabajo más de 50 horas algunas semanas. De hecho, la mayoría de las semanas trabajo entre 30 y 40 horas y, durante la temporada alta, tal vez llegue a 50 horas. Esto es casi inaudito en la industria de restaurantes; aunque está de moda y es «cool«, las empresas suelen establecer sistemas que exigen mucho tiempo a sus gerentes y, por lo tanto, son tóxicos.
¿Entonces qué pasó?
Quedé embarazada durante el desarrollo de mi restaurante. Si bien algunos podrían ver esto como un obstáculo, para mí fue como si una varita mágica me hubiera salpicado de polvo de hadas. O al menos hasta cierto punto.
Bajé mi carga de trabajo, limité mi trabajo a las 40 horas semanales, «me lo tomé con calma» durante la fase de desarrollo de mi negocio y en las etapas iniciales y medias del embarazo. Delegué cualquier cosa que no pudiera hacer dentro de mis 40 horas de trabajo a la semana a otra persona del equipo: esta fue mi primera clave para equilibrar.
Y sin embargo…, todavía estaba trabajando duro y no me di cuenta de esto, porque mi escala de carga de trabajo estaba totalmente sesgada. Tanto, que tres meses después de la apertura del restaurante, justo en medio de la crisis del Zika, mi cuerpo no pudo soportar más estrés y rompí fuente prematuramente a las 31 semanas de gestación.
Estuve en el hospital más de tres semanas antes de que naciera mi hijo Fox. Me tomé un mes para estar con mi bebé prematuro antes de volver al trabajo. Quería tomarme más tiempo, pero el chef de mi restaurante había renunciado, y siendo yo el único socio operativo tenía que regresar. Todo por lo que había trabajado, profesionalmente, estaba en riesgo.
Decidí llevar a mi hijo al trabajo, todos los días, durante siete meses.
Aunque limité mi semana laboral a las 40 horas, el ritmo fue intenso. Manejar un restaurante siempre es fuerte, pero esto era un reto completamente nuevo para mí: mis tareas diarias consistían entre ser enfermera y realizar entrevistas, cambiar pañales y pagar nóminas, armar sillas inflables y cuentas por pagar.
Junto con el trabajo estaba el sentimiento de que no era lo suficientemente buena. Siempre sentí que no era la madre que quería ser. Deseaba poder acostarme con mi hijo todo el día, prestarle atención sin distracción y simplemente estar ahí para él en todas las formas en las que una nueva mamá espera estar.
Por otro lado, siempre sentí que no era la mujer de negocios que quería ser: siempre con los ojos un poco caídos, no tan organizada como quería, olvidando muchas cosas y sintiéndome como si no fuera tan eficaz como antes de tener un bebé. También me preguntaba, ¿cómo no puedo darle a mi negocio más de 40 horas por semana? Me sentía tan culpable.
Y luego llegó mi segunda clave para el equilibrio: reconocer que en realidad estaba gastando una cantidad increíble de energía materna y profesional. Aunque a menudo sentí que no estaba dando el 100% a ninguno de los dos roles, en realidad estaba dando mucho más de lo que había asumido. ¡Sí le estaba dando el 80% a cada uno, estaba funcionando al 160%!
Además, no estaba simplemente dirigiendo mi propio negocio y siendo madre, sino que también estaba haciendo mucho de eso sola. Desde que mi hijo tenía alrededor de cinco meses, hasta después de su segundo cumpleaños, su padre y yo estuvimos separados. Cumplir el rol de madre trabajadora tenía un reto adicional: ¡yo era una madre soltera!, y aún así ser madre soltera fue lo que me ayudó a aprender sobre el balance y cómo verlo de manera diferente.
Antes de separarme de mi pareja no me había dado cuenta de toda la responsabilidad que estaba asumiendo; hasta que nuestro hijo cumplió cinco meses yo era el cuidador principal durante mi jornada laboral y por las tardes en casa. Durante la etapa de infancia del bebé, muchas madres tienen un fuerte instinto de «estar allí» para lo que sea que sus hijos necesiten, y muchos papás aún están desarrollando su ritmo de padres. A menudo, estos patrones continúan por varios años, ya que las mujeres sienten una presión social para «tener y hacerlo todo», mientras que los papás no se enfrentan a esta misma expectativa.
El tiempo con nuestro hijo se dividió casi de manera uniforme, o tan uniforme como cualquier mamá que ama ser madre podría pedir, alrededor del 65% del tiempo con mamá y 35% con papá. Papá viajaba mucho, dejándome por varias semanas sola con nuestro hijo. En otras ocasiones, cuando nos faltaba personal y papá estaba fuera de la ciudad, me levantaba a las 5 am para estar en el restaurante a las 6:30 am, con mi hijo aún durmiendo.
Tenía que vestirlo, estando ambos medio dormidos, y llevarlo de la cama al asiento del automóvil, luego al cochecito y finalmente al restaurante. Lo entretenía mientras preparaba el café para nuestros clientes habituales, y luego dejaba a un barista trabajando solo mientras lo llevaba a la escuela a las 8:30 am, para poder conducir de regreso al trabajo y llegar a las 9.00 am.
Una vez que mi hijo comenzó a moverse, empezó en un maravilloso programa Montessori para bebés y, por primera vez desde el embarazo, pude ir a trabajar sola.
¿40 horas? Se sintió como la productividad de 100 horas. Disponía de tanto tiempo que podría dedicarle a mi trabajo toda mi atención. No solo cumplía mis listas de tareas pendientes, sino que también tenía tiempo adicional para estudiar estrategias de liderazgo y comenzar a involucrarme con mi equipo en un nivel más profundo: al mismo tiempo empoderarlos y continuar delegando muchas actividades diarias.
Lo que al principio parecía ser un infierno (ser dueña de un restaurante y una madre soltera), en realidad resultó ser una hermosa lección de equilibrio.
¿Clave tres?
Aprendí a apreciar el tiempo libre. Si bien el padre de Fox y yo no estábamos siempre juntos durante este tiempo, intentamos compartir la crianza de nuestro hijo. Al principio no disfrutaba tener tiempo libre cuando Fox estaba con su padre. Extrañaba a mi bebé terriblemente, pero aprendí muy rápido que este tiempo de descanso era muy necesario para mí, y era mejor que aprendiera a usarlo.
A diferencia de muchas de las nuevas mamás que conocía, tenía una vida personal saludable: parte de mi tiempo era para trabajar, ser la mejor mamá que podría ser, ir a yoga dos o tres veces por semana, descansar e incluso poder compartir algunas noches con mis amigos, sin tener que abrir el restaurante al día siguiente.
Hoy nuestra familia está junta, pero aún aplicamos muchos de nuestros principios de paternidad compartida. Su padre asume mucha más responsabilidad del estándar convencional, lo que no solo me da tiempo para mí, sino que es la razón por la que nuestro hijo tiene una conexión muy profunda e íntima con los dos.
También puedo dar una mejor versión de mí a todos cuando tomo tiempo para mí. Un poco menos de tiempo con mi hijo está bien, si el tiempo con él tiene toda mi presencia. Y lo mismo se aplica para el trabajo.
Estoy orgullosa de mí misma por la mujer que soy hoy. Reconozco todo lo que hago, y aunque estoy totalmente enamorada de mi negocio, con estos cambios he asumido un papel más importante en el restaurante. Y sin embargo: estoy totalmente tranquila al no completar todas las tareas que esperaba al final del día. «Hice lo mejor que pude, hice lo que podía hacer hoy, con las circunstancias únicas de hoy». Esto me ha hecho más productiva y efectiva en el trabajo.
Algunas semanas me cuesta cortar el trabajo a las 40 horas, ya que me entusiasman los nuevos proyectos y la naturaleza de los restaurantes a veces exige más.
Otras veces, mi hijo se enferma y no puedo llevarlo a la escuela, que en realidad he aprendido a recibir como mi propio tiempo libre necesario, y mi semana se vuelve mucho más doméstica y maternal.
Solía pensar que el balance significaba dividir mi semana equitativamente en bloques de familia, trabajo, vida social y salud personal. Si dejaba que una porción fuera más grande que otra había fallado en el balance, pero ahora sé que el equilibrio no es estático, es dinámico. Una bicicleta no se mantiene en equilibrio si te detienes e intentas controlarla para que no se mueva. Se mantiene en equilibrio en movimiento, a veces se mueve rápido, otras veces más lento, a veces cuesta arriba, otras veces cuesta abajo.
Significa que una semana puede ser más laboriosa y la siguiente puede requerir más de mí en casa. Tal vez otra semana me tomo tres días libres en lugar de dos. Escucho al Universo en búsqueda de orientación, y lo que es más importante, escucho a mi cuerpo en busca de límites para guiarme hacia mi propia receta única de equilibrio, que sabe un poco diferente cada semana del año.
Colaboradora: Camila Ramos, fundadora de ALL DAY para más información visita www.alldaymia.com/
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