El «Uranazo»: astrología en la vida real

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Por Albermary Aponte

 

El mismo día que Urano entró a Tauro en el 2019, recibí mi uranazo. Yo no creía que tuviese tanto que ver conmigo, pero una semana después, me dí cuenta de que sí. 

“Necesito que desalojes la habitación”, fueron las palabras que movieron todas mis bases. Venezuela había registrado la falla eléctrica más grande de toda su historia, y esta señora me estaba echando de la casa, en Caracas —donde viví casi tres años—, sin mencionar la crisis política que estaba atravesando el país, aún más tensa que la de los años 2014 y 2017.

Estaban pasando muchas cosas en el cielo en aquel entonces: el Sol estaba entrando en Aries (inicios), Mercurio seguía retrógrado en Piscis (decir adiós y dejar a Dios) y nos aproximábamos a la primera luna llena en Libra (clímax emocional en relaciones importantes). Por cierto, Piscis y Aries comparten habitación al inicio de mi Carta natal. 

Esta señora, mi gran espejo en ese momento, siempre buscó una discusión, pero yo estaba tranquila. Un poco angustiada —en realidad— porque todo me había agarrado “fuera de base”, pero ese era el clima astrológico del momento: cambios para desestancarme. Lo sabía. 

En mi búsqueda de balance, me dediqué a evaluar si había algo que debía aprender y algo que resolver, así que asumí responsabilidad y me puse a buscar opciones. Finalmente, si era un empujón del Universo para crecer, esa misma energía me iba a llevar a donde tenía que estar, a pesar del cambio radical y a pesar de las circunstancias.

No lo negaré, sentí desprecio, injusticia, e incluso decepción. Creía tener el control, pero solo una acción hizo que todo se desvaneciera, por así decirlo.

Hasta tenía miedo de entablar conversación, después de haberme sentido tan a gusto y en confianza en esa casa. Sin embargo, igual intenté comunicarme con ella y ni me escuchó, más bien se generó una discusión en la que simplemente ella alzaba su voz y ni me dejaba hablar. 

Asumí mis errores y me disculpé por ellos, pero parece que eso no era suficiente para ella —mi espejo— y llegué a pensar que ella tenía más que resolver dentro de sí misma. Aunque me acusaba de cosas que no soy y que no hice, no reaccioné. No tenía ganas. 

Algo curioso: el mismo día de la discusión coincidía con Purim —una tradición judía— y un buen amigo me explicó que ese día era oportuno compartir y dar amor lo más posible. “Esta energía es muy poderosa, recogerá todo lo que hagas y lo ampliará”, me dijo.

Me alegré de sentir amor en este instante —y me alegra siempre—. Justo por amor, encontré donde quedarme hasta conseguir un lugar nuevo para mí. Mi novio fue mi superhéroe, en ese momento, y todo parecía una gran señal de que el amor de pareja, de hecho, era la estabilidad que necesitaba para poder continuar hacia mis otras metas.

Quizás estuve muy sentimental, pues además de Purim, también teníamos el equinoccio y el comienzo del año astrológico. Mientras Mercurio seguía su paso por mi ascendente y lidiábamos con más fallas eléctricas en el país, mi equilibrio emocional no mejoraba, pero ahí estaba mi superhéroe: para abrazarme, darme su apoyo y un boost de energía positiva.

Dicen que los nuevos inicios necesitan su espacio, y definitivamente las limpiezas son necesarias para obtener la abundancia y el crecimiento que deseamos.

Entre tantas cosas a raíz de esta experiencia —y de la vida—, he entendido que hay que rendirse y dejarlo fluir. Esa fue mi gran enseñanza del Sol saliendo de Piscis, ni más ni menos que hay que “decir adiós y dejar a DIOS”. Es por esto que hoy me apoyo de la energía y tomo acción para avanzar en el camino hacia mi propósito y a la manifestación de mis deseos. 

 

Colaboradora: Albermary Aponte. Líder de Social Media en miastral.com 

 

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